sábado, 15 de agosto de 2009

LA TIERRA, NUESTRO HOGAR

La temperatura de la Tierra aumenta sin cesar – se espera que aumente hasta 4ºC al 2100-, afectando de manera irreversible el medio ambiente. El 20% de la humanidad consume, al día de hoy, más del 80% de los recursos del planeta. 5000 personas mueren diariamente a causa del agua insalubre. Mil millones de personas no tienen acceso al agua potable. Mil millones de personas sufren de hambre. El 40 % de las tierras cultivables están degradadas… Todo parece perdido.
Se necesitaron millones de años para alcanzar el equilibrio del que gozaba la Tierra hasta hace algunos milenios, millones que lograron que absolutamente todo en nuestro planeta esté “vinculado”, así hasta la desaparición de la más ínfima especie afectaría al ecosistema mundial. Es mediante este proceso que aparecen los primeros homínidos, evolucionando hasta llegar al actual “homo sapiens”: “El hombre que piensa”. Hace solo 200000 años que existimos y hemos sido capaces de romper éste vínculo, capaces de romper el sagrado equilibrio del que gozaba la Tierra. Y parece irónico llamarnos “homo sapiens”: “los hombres que piensan”.
La historia de este quiebre inicia, si bien es cierto que con el hombre, verdadera y paradójicamente con la agricultura, el mayor logro alcanzado por el hombre durante la prehistoria. Fue con la aparición de la agricultura que aparecieron los excedentes de producción y con éste el incremento de la codicia y el egoísmo que no se había visto antes, durante el comunismo primitivo. Así, la historia supo demostrar la certeza de lo que supo formular escueta e irónicamente Elías Canetti: “El progreso tiene sus desventajas; de vez en cuando hace explosión”.
Fueron ese egoísmo y ansias de poder los que empujaron al hombre a desarrollarse cada vez más, logrando someter hasta a la misma naturaleza. Y aunque ese desarrollo y sometimiento brindan el confort del que goza solo una parte de la población mundial, pero al parecer es la única que cuenta, la naturaleza ha sido brutalmente maltratada en ese proceso. El 80% de la energía que consumimos proviene de combustibles fósiles. Los cuales se obtienen mediante la excavación; generalmente, en lugares donde abundan los bosques, necesarios para retener el CO2 y convertirlo en oxígeno, además de proteger al suelo de la erosión; lo que hace necesario su desaparición. Pero además, en el proceso de extracción, suele gastarse enormes cantidades de energía y agua. Además, su uso significa un perjuicio para la atmósfera, pues con la combustión del petróleo, se libera enormes cantidades de dióxido de carbono.
Hasta nuestra agricultura se ha convertido en una agricultura petrolera, y aunque nos ha permitido alimentar a un número tres veces mayor de seres humanos en el planeta, ha reemplazado la diversidad por la estandarización. Por ejemplo, en Borneo se sacrificó su gran biodiversidad de plantas para cultivar la palma, a fin de producir enormes cantidades de aceite de palma, el cual es el más consumido y utilizado en el mundo, pero se generó una estandarización, una pobreza de suelo y contaminación a causa del asentamiento de diversas industrias.
Todo esto nos ha brindado un confort inesperado, pero hace que nuestro modelo de vida sea completamente dependiente de la producción del petróleo. El planeta entero escucha el murmullo de las máquinas, que arrulla nuestras esperanzas e ilusiones. Proliferan con nuestras necesidades, con nuestros deseos siempre insaciables y con nuestros desperdicios. Sabemos que el fin de este petróleo barato se acerca, pero pareciese que nos negamos a creerlo.
Pero la pobreza aumenta, y es un hecho que los países más ricos en biodiversidad son los que están más sumidos en la pobreza. Se calcula que la mitad de la riqueza mundial está en manos del 2% de los más ricos. Así 1 de cada 6 personas viven en condiciones precarias, el hambre aumenta y casi mil millones de personas son víctimas de ella. Mientras nosotros seguimos excavando las pocas reservas que quedan y estamos en busca de otros territorios que depredar. Mientras miles de personas viven en los basureros para poder sobrevivir, nosotros gastamos más del 50% de los cereales como alimento para animales y agrocombustibles; mientras muchas madres en el mundo tienen que soportar el ver llorar a sus hijos de hambre porque no tienen una sola moneda en los bolsillos, los gastos militares mundiales son 12 veces más altos que la ayuda para el desarrollo.
El uso excesivo de petróleo y su consecuente emisión de gases de efecto invernadero es el problema fundamental de la población mundial. E stemos en donde estemos nuestras acciones tienen repercusiones en toda la Tierra. Así otros y no nosotros pagan lo que hacemos, sin ser ellos responsables. Cómo podrá este siglo soportar el peso de 9 mil millones de personas si nosotros no aceptamos de una vez por todas hacer un balance de todo aquello de lo que somos los únicos responsables. A la humanidad le queda solo diez años para invertir la tendencia y evitar pasar a la frontera de esa tierra desconocida en que se convertiría la nuestra. Cuántos hombres, mujeres y niños dejaremos a las orillas de los caminos mañana, ¿Siempre es preciso construir muros para romper las cadenas de las solidaridades humanas para separar a hombres de otros hombres y la felicidad de unos de la desgracia de otros?
El 80% de los niños del mundo van a la escuela, es preciso este nivel de educación para romper los muros que dividen a las sociedades y unirnos para hacer frente a la injusticia, la pobreza y la destrucción, que origina el cambio climático. Cada cual puede actuar, desde el más pobre hasta el más rico. Sigamos el ejemplo de muchas naciones que han preferido la educación de su población, el cuidado de su medio ambiente, la investigación, etc. Es el caso de Costa Rica, por ejemplo, que ya no tiene ejército porque es consciente de que en los tiempos actuales la humanidad debe preocuparse solo de la unión y cooperación, no del desorden y caos que generan las armas. Es el caso también de Korea del Sur, de Cabón, de Dinamarca, de Islandia, de Suecia, de Alemania, Nueva Zelanda y de millones de ONGs, que demuestran que la solidaridad de los pueblos es más fuerte que el egoísmo de las naciones.
Hay sellos que garantizan la buena explotación de los bosques, hay tratados que obligan a los países a disminuir su emisión de gases contaminantes, hay leyes que amplían y protegen el área de las zonas protegidas, de las cuales ahora dependemos. Entre productores y consumidores, la justicia es una suerte para todos, cuando el comercio es equitativo y beneficia tanto al vendedor como al comprador, cada cual puede hacer prosperar su trabajo y vivir de él dignamente; pero qué justicia y qué equidad puede establecerse entre los que tienen sus manos como herramientas y los que tienen sus máquinas y reciben subsidios de sus gobiernos. Seamos consumidores responsables, pensemos en lo que compramos.
Sabemos muy bien que hoy día hay soluciones. La humanidad es capaz de sobrevivir con una agricultura y pesca adecuadas, puede suplantar su demanda de petróleo con el uso de energías renovables, como la solar, que es capaz de brindar en una hora y media lo que la humanidad consume en todo un año. Somos “homo sapiens”: “los hombres que piensan”, demostrémoslo. Todos tenemos el poder de cambiar…qué esperamos. Cuidemos el planeta Tierra; pues, al fin y al cabo, es nuestro HOGAR.

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